lunes, 24 de septiembre de 2012

Take this waltz

Esta es la historia de una tensión sexual. Él y Ella se conocen mientras ambos están lejos de casa. Conectan. Se gustan. Comparten avión y taxi de regreso. Por una de esas casualidades, resulta que Él y Ella son vecinos, así que están casi condenados a verse de nuevo. Pero la cosa no va más allá de un flirteo inofensivo, porque el caso es que Ella está casada. Incluso, aparentemente,  felizmente casada.

Este es el punto de partida de Take this waltz, la nueva película de Sarah Polley. Él y Ella por supuesto tienen nombres y caras y, claro está, genitales: Daniel (Luke Kirby) y Margot (Michelle Williams).  No se ve pero se supone que, en los sucesivos encuentros entre ambos, Daniel tendrá una erección. Pero Take this waltz es una película femenina, y como tal dirige su mirada a otros asuntos de más calado: el sentimiento de culpa, las casualidades, la búsqueda de la plenitud. Por ejemplo. De Margot sabemos que su vida marital es tranquila y anodina. El encuentro con Daniel hará que ésta salte por los aires, revelando todo lo que en ella hay de simulacro. Que yo recuerde Margot y su marido (papel interpretado por Seth Rogen) apenas se besan en la película y, sin embargo, se dicen te quiero constantemente, como una manera de querer explicar la felicidad que los embriaga (léase "de querer exorcizar el aburrimiento que los embarga"). Daniel se presentará entonces como esa posibilidad, esa opción B que abruma a Margot con ensoñaciones y dudas a partes iguales. Polley describe las tribulaciones de Margot con un humor a ratos inofensivo, a ratos incisivo, el cual debe su efectividad a las interpretaciones sin complejos, casi informal, del elenco, todos mu naturales y despatarraos, destacando especialmente la cómica Sarah Silverman. Kirby y Williams tienen química. Y Rogen interpreta por enésima vez el rol del notas que es feliz bebiendo cervezas. Se nota en cualquier caso que Polley es actriz ella misma y sabe como crear el espacio necesario, las conexiones necesarias, para que una interpretación funcione. 




Take this waltz no es entonces la historia de un adulterio, sino de la posibilidad de un adulterio, y en eso se le nota también la mirada femenina. Mientras que el punto de vista masculino se centraría más en la conquista y en el engorro de sus consecuencias, Polley nos cuenta la indecisión de una mujer. Viene a cuento entonces las escenas con piscina de la película. Margot se nos presenta como una mujer al borde de un trampolín, que no acaba de dar el gran salto. Los distintos amagos de salto son el meollo de la historia. Ya se sabe, las mujeres son más sensibles. Curiosamente, la película muestra una intimidad más física justo al principio. Ese comienzo de imagen borrosa, con la luz resaltando la silueta de Margot, la pelusa de su brazo, las uñas de sus pies pintadas de azul, mientras ella cocina algo en el horno, sugieren el ideal sentimental de la protagonista: la domesticidad mágica. 

A Polley sólo la conocía por sus trabajos con Isabel Coixet. Al igual que la directora catalana, Polley nos ofrece una estampa romántica del amor, basada en la fantasía sexual femenina de hacérselo con un desconocido. Pienso en Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras. Pero mientras Coixet reviste su romanticismo de una trascendencia algo pomposa, Polley reviste el suyo de una filosofía más mundana: nadie está contento con lo que tiene. Porque incluso en ese clímax apoteósico a ritmo de la canción de Leonard Cohen que da título a la película y en el que  (espoiler) Él y Ella follarán, compartirán amantes y noches de sofá y tele, e irán construyendo poco a poco un hogar, uno puede vislumbrar la fragilidad del sueño. Todo romance está condenado a la rutina: Él será infeliz a su manera, Ella infeliz a la suya, y los dos intentarán ser felices a la manera de ambos. Posiblemente sin lograrlo.

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