miércoles, 19 de diciembre de 2012

Seven Psychopaths

El siete es un número muy cinematográfico, basta con ponerlo en un sintagma junto a algo rimbombante, una esdrújula o un tetrasílabo (magníficos, samurais, enanitos), y tienes taquillazo seguro o, como mínimo, una obra maestra. El siete es tan chulo que incluso sólo y a pelo arrasa: Se7en. Y es que no hay nada como la anticipación justa, el número fetén que te anuncia la trama por venir sin entrar en exageraciones (55 días en Pekin, 7.000 días juntos) ni en medias tintas (Nueve semanas y media, Ocho y medio). Los tres Caballeros, Dos Supersuperesbirros, Un tranvía llamado deseo, Cero en conducta: putos  hitos cinematográficos. Sí, lo sé. Esto que acabo de decir, lo miren por donde lo miren, es una perogrullada más con la que iniciar un post. Pero, por favor, sigan leyendo.

Ni mucho, ni poco, ni para comerse el coco, Seven Psychopaths es la nueva película de Martin McDonagh, guionista y director de cine irlandés, que ya nos salpicó la jeta de sesos y mala baba con In Bruges. Hago hincapié en la nacionalidad de este señor porque Seven Psychopaths va de un guionista de cine irlandés llamado Marty (Colin Farrell) que tiene entre manos un nuevo proyecto titulado "Seven Psychopaths". Ojito con las autoreferencias, que las carga el diablo. Marty  se las ve y se las desea para llevar a buen puerto un guión del que solo tiene el título y uno de los personajes (uno de los siete psicópatas prometidos). Además de eso, Marty tiene un problema con la bebida y un amigo algo tarambana, Billy (Sam Rockwell), quien al parecer trabaja como actor ocasionalmente. Pero, en realidad, la fuente de ingresos de Billy es un negocio clandestino de secuestro de perros, que Billy lleva a cabo junto a su socio Hans (Christopher Walken).  La cosa va así: un perro "desaparece", su dueño o dueña hinunda la ciudad de cartelitos con las fotos de la mascota, Hans acude con el perrito al que "se encontró por casualidad" y se lleva la recompensa económica. La práctica al parecer es común y se denomina dognapping. Creo que no hace falta añadir que todo esto (los perros secuestrados, los numerosos psicópatas) está ambientado en L.A. Total, el negocio de Billy y Hans (y la vida de ambos) entra en peligro cuando deciden secuestrar la mascota de Charlie (Woody Harrelson) un gangster psicopático que se comporta como un carnicero con sus congéneres y como un peluquero con su perrito. Hasta aquí, a grosso modo, el dramatis personae y el planteamiento.

El hilo conductor de la película parece ser entonces dos actividades que pueden parecer igual de estresantes y que, a todas luces, deberían ser incompatibles: la escritura de un guión cinematográfico y la lucha por la supervivencia. Si estás escribiendo no puedes estar también intentando salvar tu vida. Hay gente que confunde las dos actividades y así les va. O sobrevives y escribes bodrios o mueres con una obra maestra a tus espaldas. McDonagh nos propone un punto intermedio y se queda tan fresco. Para ello, hace que la mayoría de las decisiones y puntos de giro de la película sean tomadas o elucubrados por Billy. Es él quien pone un anuncio en el periódico para proveer a Marty con psicópatas para su guión (anuncio al que responderá el psicópata interpretado por Tom Waits); es él quien decide huir al desierto y quien, llegado el momento, decide invitar a Charlie a que venga a dicho lugar a por ellos. Billy es un hijo de puta nihilista para quien la vida no vale nada (pero de manera distinta a Pablo Milanés) y para quien el cine, el arte, es sinónimo de blockbuster cliché de Hollywood. Holy shit. ¿Soy yo o Sam Rockwell es un actor irritante que hace que sus personajes irritantes sean aún más irritantes todavía? Es como un joven Jack Nicholson medicado con Ritalin. Lo que, por supuesto, no ayuda a la digestión de la película. Cabría pensar que Billy es en realidad una parte de la psique del guionista McDonagh (aquella que aporta el humor negro y las acciones salvajes en sus películas), y que se complementaría con los elementos aportados por el personaje de Marty (las inseguridades, el miedo, toda esa mierda de la fragilidad del artista, la vocación). Colin Farrell aporta su pose atormentada y rebelde a un personaje, el guionista de Hollywood, que rara vez se puede permitir ser ambas cosas. Eso sí, su mirada perruna hace juego con los animales que aparecen en la trama de la película. Woody Harrelson saca partido de su talentosa vis cómica y Christopher  Walken, bueno, ya sabemos que Christopher Walken es dios.     

Al parecer la intención de McDonagh al hacer Seven Psychopaths era la de parodiar el cine pulp de Hollywood, pero eso era algo que ya había logrado de manera más sutil, y muchísimo más divertida, con In Bruges. Aquí, con ese 7 en el título uno se encuentra con un guión más encorsetado, y la mitad de los psicópatas entran en la historia con calzador. No en vano, su escritura fue, cronológicamente, previa a la del guión de In Bruges y, en ciertos momentos, parece ser un esbozo de ideas que mas tarde se desarrollarían en éste: la amistad paternofilial que se insinua entre Marty y Hans parece ser un reflejo de la amistad entre los personajes de Farrell y Gleeson en In Bruges, por ejemplo. Todo en sí no parece ser más que un desacertado ejercicio de estilo. A mí me chocó sobremanera el hecho de que cada psicópata viniera presentado con su nombre y su número en el cómputo total tecleado en la pantalla, un poco a lo Guy Ritchie. Por no mencionar el giro del guión en el que Marty se va con dos secuestradores de perros a escribir el guión de su película al desierto. ¡Venga ya no me jodas! Ni que McDonagh fuera ahora Gus Van Sant.

Desde que el sempiterno Tarantino saliera al ruedo (y quizás bastante antes con los hermanos Coen), el género pulp ha sido bastante dado a la autoparodia. O más bien, se ha aprendido a mezclar las balas con las carcajadas. En Seven Psychopaths, el siete del título sirve además para orientar al espectador en sus expectativas. Hay unos cuantos más balazos que siete, y unas cuantas menos carcajadas. Si quieren ver una película en la que salgan perros y pistoleros y especímenes de Hollywood, y que además tenga un número en el título, alquílense o descárguense Two days in the valley, de John Herzfeld. Posiblemente se rían más, que es de lo que se trata.