miércoles, 31 de julio de 2013

Stories We Tell

Sarah Polley (de los Polley de toda la vida), de profesión niña bonita del Canadá, actriz y directora de cine, audaz, inteligentísima. Su filmografía, aunque breve -o quizás por ello-, goza de una coherencia incuestionable: en todas sus películas alguien le pone los cuernos a alguien. Pero más allá del simple devaneo sexual, las infidelidades que aparecen en la obra de Polley le sirven a ésta como sustrato o excusa para hablarnos de otras cosas: del auténtico valor de los compromisos, del peso de las inseguridades y las insatisfacciones en las relaciones personales, de la importancia de la memoria como última valedora del amor. Con Stories We Tell, Sarah Polley apunta la cámara hacia sí misma y hacia su familia, para entregarnos un documental valiente, emotivo y lleno de cuernos. 



Sin entrar en el exhibicionismo burdo o morboso que ostentaban documentales como Tarnation -lo primero- o Capturing the Friedmans -lo segundo-, Stories We Tell se sumerge en los entresijos de la familia Polley, para mostrarnos detalles reveladores, comprometidos, de su intimidad. Pero, a diferencia de aquellas películas, el tema de Stories We Tell, aún manteniendo el sustrato biográfico, no acaba en sus personajes, sino que va más allá, y utiliza estos personajes para elaborar un ensayo lúcido sobre temas tan dispares como la paternidad, la autoría de los recuerdos o el mecanismo engañoso de las ficciones. Parte de la eficacia de este ardid se debe a Michael Polley, pater amatísimo de Sarah, actor, escritor aficionado y agente de seguros, quien pone su voz y su prosa al servicio de esta historia, dotándola de un humor y una elegancia, de un punto de vista, en fin, que parece continuar la estela cinematográfica de los grandes narradores del yo -y se me vienen a la cabeza el Michi Panero de El Desencanto o la "Little Edie" Beale de Grey Gardens-. Mr. Polley hace un strip-tease del alma para los espectadores de su hija, narrando, con no poco mérito literario, las luces y sombras de su matrimonio con Diane Polley, quien murió de cáncer cuando Sarah contaba apenas 10 años. Como en estos retratos de familia con esqueleto al fondo, uno se acerca más a la verdad cuanto mayor número de testimonios, de voces, la van enriqueciendo. Y aquí aparecen también los hermanos de Sarah -Mark, John, Joanna y Susy- hablando de la madre muerta y de la infancia, y de esa broma que solían gastar a la pequeña Sarah en las comidas familiares, durante las cuales resaltaban lo poco que ésta se parecía a su padre, tras lo cual sugerían una paternidad desconocida, una bastardía, cuya sola mención hacía a todos prorrumpir en carcajadas, chorritos de coca-cola saliendo por la nariz. Y es una delicia oír y ver hablar a esta familia de artistas -directores de casting, actores y demás miembros de la farándula- hablando sobre ellos mismos con la solvencia que uno le imagina a este tipo de caracteres: seres desinhibidos, cultos y complicados, analizando y emocionándose con un pasado cuyos ecos aún resuenan con insistencia en sus vidas presentes.  



Diane Polley fue, al parecer, una mujer excepcional. En la película hay varios testimonios que hablan de su energía inagotable, de su risa contagiosa, de su vitalismo. Y hay un clip revelador, en el que una joven Diane Polley canta mirando a cámara "Ain't Misbehavin'", y todos tenemos ocasión de ser testigos de su capacidad de seducción. Parte de los testimonios de Stories We Tell consiste en una serie de remembranzas cariñosas u homenajes implícitos de esta mujer que ya no está con nosotros, es decir, con ellos. Aunque lejos de mitificarla, Sarah Polley intenta plasmar un retrato lo más honesto posible sobre su madre, ya que la verdadera razón de las entrevistas es dilucidar lo que hubo de cierto o de mítico en esos rumores de infancia. Es decir, lo decisivo de la personalidad deslumbrante de Diane es saber si, de alguna manera, la hiciera proclive a una aventura extra-marital. Y, si este es el caso y Diane Polley se acostó con otro/s hombre/s que no fue/fueron su marido, ¿se quedó embarazada de él/uno de ellos? ¿Quién es, en definitiva, el padre de Sarah Polley, niña bonita del Canadá? 

Stories We Tell es una historia sentimental de detectives. SPOILER. Al igual que Searching for Sugar Man, donde los detectives/cineastas se dan de bruces con un hallazgo inesperado que llena a los espectadores de emoción, el descubrimiento del padre biológico de Sarah en la figura del productor de cine Harry Gulkin carga la cinta de una emotividad inesperada. Al mismo tiempo, la reconduce a terrenos inesperados donde, aparte de celebrar los hermosos misterios de la vida, se pueden advertir unos puntos suspensivos, unos silencios, que hacen referencia a la naturaleza confusa y, hasta cierto punto, amarga de las relaciones humanas. 

Sarah Polley hace un uso convincente de cámaras de Súper 8 para  crear las memorias del pasado, tanto el romance que vivieron Diane y Harry en Montreal como la convivencia, aparentemente idílica, entre Diane y Michael en Toronto. Al mismo tiempo se vale de viejas fotografías y de los testimonios de las personas involucradas en la vida de Diane (y en la futura vida de Sarah), para contarnos la historia de su venida al mundo. Significativamente, Harry parece discrepar con la aproximación que Sarah hace de la historia. Lo que no es de extrañar porque, previamente, Sarah se opuso al intento de Harry de intentar plasmar su historia de amor con Diane en un libro. 



Las historias que contamos son las historias que nos pertenecen y con Stories We Tell, aparte de cualquier elemento de usurpación inherente a todo buen artista, Sarah Polley se hace dueña y señora de su pasado, y nos lo presenta con una honestidad y una lucidez deslumbrante. Por eso se puede permitir ciertas mentirijillas -el truco de los apócrifos clips de Súper 8 que es más tarde revelado, por ejemplo-. Porque al contar una historia la estamos haciendo realidad. Y así, la paternidad de Michael se fue haciendo realidad al ejercer de padre de Sarah, por mucha confusión de esperma que hubiera en el pasado, por muy moreno que fuera él -ya es canoso- y muy pelirroja que fuera y siga siendo su hija, la niña bonita del Canadá.

1 comentario:

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