domingo, 12 de diciembre de 2010

Another year

Hay directores que hacen películas como si fueran chefs de cocina. Por sus platos, podéis conocer cuáles son sus debilidades culinarias, qué ingredientes son más propensos a utilizar, o cuándo te han servido un plato recalentado. James Cameron, por ejemplo, sólo sabe hacer palomitas pero raramente acierta con el punto de sal. Haneke suele servir solomillos de primerísima calidad que suele estar sangrante y que hay que comérselos en la cocina. Sofia Coppola hace sushis con pescado hervido y arroz brillante. Etcétera.


Cuando Mike Leigh se pone el delantal dice: “Aquí vamos a cocinar todos”. Y sus actores se lo creen y hacen coro en torno a una olla que no siempre tiene garbanzos. Leigh tuvo una educación teatral y boga por una creación orgánica  donde los actores se remanguen la camisa y levanten personajes a partir de la premisa Mucha mierda o ¡Mierda va! que es como se exteriorizan los personajes en el método de Stanislavski. Método algo arriesgado pues, como ya postularon Hitchcock y Buñuel en su tiempo, los actores no tienen alma. Pero Leigh ha sabido sacar partido a su fórmula y, a lo largo de los años, ha ido creando platos que, sin ser sublimes, satisfacen como un desayuno inglés, un plato con consistencia, grasa y colorido, el plato de la clase obrera.


En Another Year Leigh nos sirve un drama redondo, una historia crepuscular donde se puede admirar la maquinaria de los actores al interaccionar entre ellos para crear personajes de carne, hueso y bambalinas. Este método, el de poner a sus actores en situación y hacer que ellos vayan 

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