martes, 8 de mayo de 2012

Blank city

A finales de los 70, el Lower East Side de Nueva York era un vertedero de ratas. Los edificios estaban abandonados y medio en ruinas. Los escombros, las cucarachas y las jeringuillas eran las señas de identidad de un vecindario en pleno declive. La juventud, en cambio, era hermosa. Es así, al menos, como nos lo cuentan los protagonistas de Blank City, un documental sobre la escena uderground neoyorquina de esta época, donde músicos, artistas y cineastas alumbraron el No Wave, un movimiento que bebía de la transgresión del punk, del estilo de Goddard y de la espontaneidad que da la calle y el tener 20 años.



Ha pasado mucho tiempo desde entonces, (una inmensa oleada de triunfos, fracasos, divorcios y menopausias), así que parece apropiado volver la vista atrás y rememorar el pasado, o lo que uno cree que fue el pasado. En este caso, hay miles de fotografías y material filmado que atestiguan que la fiesta fue salvaje, que duró hasta la mañana siguiente, y que todo el mundo habló de ella hasta mucho después de que estuviera barrido el confeti del suelo. Céline Danhier, la directora de este documental, ha puesto la cámara frente a los protagonistas y les ha dejado hablar, mientras ella se ha ido al deli de la esquina a comprar una lata de cola light. Y los protagonistas tienen mucho que decir y mucho que recordar. Uno a uno van añadiendo sus pedacitos de recuerdos hasta formar un gran fresco de la época. Algunas de las cabezas del rompecabezas: Jim Jarmusch, Steve Buscemi, Debbie Harry, John Waters, Richard Kern, Lydia Lunch, Nick Zedd, Amos Poe, Jack Sargeant. Fueron todos los que están, pero no están todos los que fueron.


Los músicos hacen discos-homenajes; los escritores, antologías. Blank City es, principalmente, el testimonio de los cineastas de aquella época, y, por ese motivo, hace gala de un archivo cinematográfico de super 8 y 16mm impagable. Una de las mejores cosas de este documental son esos clips de películas underground, que son como el ojo de una cerradura por el que se tiene acceso a un mundo del que, hasta entonces, uno apenas había tenido noticias. Y así, ante nuestras atónitas pupilas, aparece un catálogo de adicciones, asesinatos, mutaciones, vagabundeos, penetraciones y paranoias varias, todos ellos de una fuerza y frescura irrefrenables. Ahí estan, pedacitos de cine underground, The Blank Generation, The Foreigner, They eat scum, Rome´78, Underground USA, Manhattan Love Suicides,  y muchas otras más, todas ellas audaces, todas ellas absurdas, resaltando, a partes iguales, el feísmo y la belleza fulgurante de una ciudad y una época. En palabras de Nick Zedd, (de su Cinema of Trasgression manifesto): "Nuestra propuesta es que hagan saltar por los aires todas las escuelas de cine y que nunca más se hagan películas aburridas". ¿Quién necesita las subvenciones?


Resulta igualmente impagable cuando los personajes nos narran los entresijos de cada rodaje, como por ejemplo cuando James Nares y su cuadrilla okuparon un apartamento con cúpula para poder rodar una escena de Rome 78, o cuando Jim Jarmusch tuvo que mover a Basquiat de un sitio a otro mientras éste dormía, para evitar así que saliera en el encuadre de algunas de las escenas de interior de Stranger than Paradise. Y quién salió en la película de quién, y quién se acostó con quién, y a cuanto estaba el kilo de celuloide en Chinatown. Como retrato generacional, Blank City da en el clavo.


 


Se hecha en falta quizás alguna referencia a los cineastas que por aquel entonces, en otras partes del mundo, estaban haciendo algo muy parecido, si no lo mismo: un cine barato y radical. No hay ni rastro del Londres de Jarman, o del Madrid de Almodóvar.  Por eso, ese punto de vista del allí y entonces y sólo nosotros, hace que algunas de las declaraciones de Blank City  tengan cierto tufillo de autocomplacencia, y es como si el abuelo Cebolleta nos estuviera contando una de sus batallitas. El final de esta época llegaría con Ronald Reagan, el SIDA y la gentrificación. Y ya sólo habría sitio para Madonna quién, en sus mejores tiempos, llenó la MTV de parafernalia S&M y besos lésbicos. La juventud, única e irrepetible, es la misma en todas partes.




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