martes, 3 de julio de 2012

Moonrise Kingdom

-¿Y si vemos la nueva de Wes Anderson? ¿Te gusta Wes Anderson?
-Me encanta Wes Anderson. Cada vez que veo una de sus películas tengo la sensación de estar en una librería de viejo, oliendo a humedad, a moho, a magia encuadernada, a tiempo detenido. Me siento seguro y feliz. Y dispuesto a la aventura. 
-Sí. Wes Anderson es la leche. Es la leche condensada La Lechera. ¿Tú crees que a papá le gustaría?
-¿A ese hijo de puta? No sé. Papá nunca desayunó con nosotros.
(Oído en la cola de un cine)


-Ze Wes is ze bes
(Jim Morrison a la edad de 6 años, cuando tenía problemas con el frenillo)




Si hay una palabra que clasificara el cine de Wes Anderson (un cine en todo caso inclasificable), esa palabra sería retro. No sólo porque en los atrezzos de sus películas abundan  las referencias a un pasado nostálgico (y ahí están los pick-up, las chaquetas de pana, las raquetas Donnay,  los gorros de lana con pompón, las máquinas de escribir, etc.) No sólo por sus bandas sonoras, rica en los éxitos del pop, el rock y el folk de los 60 y 70. También se puede adivinar, en sus personajes, una especie de tributo o parodia a personajes de viejísimas novelas americanas, es decir, a los bisabuelos de la literatura, personajes de carácter rancio que aparecen en novelas que hoy en día posiblemente poca gente lea, pero que seguro hechizaron las tardes interminables de la infancia del joven Wes. Y ahí se puede entrever a George Amberson en Chas Tenenbaum y al capitán Ahab en Steve Zissou. Al ver Moonrise Kingdom no he podido dejar de pensar en Tom Sawyer y Becky Thatcher. Los vectores son demasiado vagos, pero están ahí: el amor infantil, el niño huérfano, la niña bien, la casa en el árbol como la de Huckleberry Finn, el protagonismo del río (que no es el Mississipi ni es un río siquiera, sino el mar que rodea la isla de New Penzance, pero bueno).  También el humor, claro, aunque por supuesto la socarronería de Mark Twain no es lo que domine en las películas de Anderson, más dado al humor blanco, a la broma visual, al chiste protagonizado por niños maduros y adultos infantiles. 


Quizás sea ese aire retro una de las claves de la fascinación que despierta el cine de Wes Anderson, tan similar al aire retro de los juguetes de nuestra infancia. Especialmente de la infancia de aquellos que nacimos en los años 60 y 70, cuando los videojuegos aún no habían acabado con el Cinexin, con la Pista Looping, con la cocina Molto. La emoción subyacente en cada película de Wes se puede comparar a la que produciría el abrir la caja de los Juegos Reunidos y encontrar todas las piezas allí, intactas. Hay una especie de déjà vu, una complicidad maravillada. El niño que fue Wes Anderson mira a los ojos del espectador adulto que somos. El fabulador que Wes Anderson es sienta en sus rodillas al niño que fuimos, a ese niño con inagotable capacidad de sorpresa, y le cuenta una de sus historias, que suelen venir con el envoltorio de una anécdota familiar. Acaso eso es lo que sean. Historias de familias. Acaso la comparación que hice hace un momento con los Juegos Reunidos no fuera completamente correcta. O mejor, no la descartemos. Simplemente, eliminemos la Ju del principio. Las pelis de Wes Anderson son como ver un viejo álbum de fotos: una caprichosa y entrañable colección de egos reunidos.   



Moonrise Drive nos narra las peripecias de Sam (Jared Gilman) y Suzy (Kara Hayward), dos jovencísimos tortolitos que planean fugarse juntos a un lugar paradisíaco, dejando atrás sus infelices vidas. Anderson deja claro desde un principio que estamos en otra época, concretamente en 1965, cuando aún existían las correspondecias amorosas y  las niñas se fugaban con niños de su edad y no con señores calvos que habían conocido en una chat room. Pero claro, cuando uno deja su vida atrás, la vida siempre le persigue a uno. En este caso, los perseguidores son los compañeros scouts de Sam, su monitor (Edward Norton), los padres de Suzy (Bill Murray y Fraces McDormand), y el sheriff Capitán Sharp (Bruce Willis). Los actores están todos bien, incluidos los niños, y todos se adaptan fácilmente al universo Anderson: a todos les queda bien la ropa vintage y las neurosis. 


Sam y Suzy escapan porque ambos son unos rebeldes. Sam es huérfano, un niño díscolo y bastante impopular entre sus compañeros. Suzy es la hija primogénita de la familia Bishop, tiene tendencia a las rabietas súbitas y se sabe infeliz. La rebeldía de ambos, el saberse incomprendidos e únicos, los une, como a otros les une un concierto de Rosendo. Este amor entre adolescentes solitarios ya lo habíamos visto antes en Margot y Richie Tenenbaum, tienda de campaña incluida. Pero si el amor de los hermanos Tenenbaum era reprimido y algo trágico, el de Sam y Suzy es libre y lleno de descubrimientos. Anderson da lo mejor de sí al retratar la historia de ambos: el primer encuentro; la correspondencia amorosa; su acampada en una playa donde toman el sol, se dan el primer beso y bailan al ritmo de Le temps de L'amour, de Françoise Hardy, mientras, poco a poco, sin que se den cuenta, el pasado les va cercando.




Esta primera parte de la película es la que funciona. Luego, las autoridades públicas y familiares llegan y los separan, y Anderson se ve con media película más que rellenar, y un clímax y una resolución con las que rematar la faena. De todos los colaboradores con los que Anderson ha escrito sus guiones, quizás sea Roman Coppola el que peor ha sabido sacar partido del universo del director. Resulta curioso. El mejor Anderson es aquel en el que la figura del padre proyecta su desconcertante sombra sobre las neurosis y las inseguridades del hijo. Pienso en Royal Tenembaum, en Steve Zissou, en Mr. Fox. Y uno se imaginaría al señor Coppola Sr. siendo un Vito Corleone, un Kurtz con sus vástagos, pero parece que no fue así. Las películas escritas con Coppola Jr. (The Darjeeling Project y ésta) languidecen de una manera u otra, por falta de un conflicto paterno-filial como Dios manda. El odio de Suzy hacia sus padres es otra cosa. Suzy es demasiado joven para tomar sus fobias en serio. De la misma manera, Sam y Suzy son aún demasiado niños, demasiado inocentes, como para que su amor no deje de ser una cosa de chavales. Ambos piensan aún más en casarse que en follar. Nada que ver con los niños de Adiós, cigüeña, adiós



En definitiva, Moonrise Kingdom parece ser una película de transición. Existen demasiadas cosas prestadas de previas obras de Anderson. La inundación del final y la presentación del hogar de los Bishop al principio parecen extraídos del rodaje de Fantastic Mr. Fox, la amistad entre Sam y el capitán Sharp parece inspirada en la amistad entre Mark Fischer y Herman Blume en Rushmore, los uniformes de marino de The Life Aquatic dan paso al uniforme de boy scout. Y así. ¿Qué nos deparará entonces el cine de Wes Anderson en el futuro? Uno puede pensar en el evidente pulso literario del director, en  su pasión bibliófila. Y entonces resulta fácil soñar que Wes Anderson será el primer director en rodar la gran Novela Americana. Por supuesto, una gran Novela Americana con familias desestructuradas, persecuciones épicas, viajes iniciáticos, y una voz en off que puede ser la de un joven ventrílocuo cuyo padre murió en el 11/9, que si algo tiene el cine de Wes Anderson es simpatía. O también puede continuar como hasta ahora, haciendo libros troquelados en los que uno tira de una palanquita de cartón y un tiovivo se pone en movimiento, y en él va el niño que Wes Anderson fue, y nos sonríe. Si este es el caso, esperemos que en la próxima entrega de su colección Wes Anderson nos salude desde una montaña rusa.

4 comentarios:

  1. A mí el cine de este señor no me hace ni puñetera gracia. Es más, creo que es insoportable. Ni entiendo sus bromas ni pillo sus referencias. Es un universo paralelo al mío. Se supone que todo es como muy satíricio y muy ocurrente, con una imageniría muy currada y muy nostálgica, como dices, pero para mí es una sosada. Así que no creo que vea este Monrise Kingdom. Pero bueno, para algo ha servido: el post me ha gustado mucho.

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    1. Bueno, me alegro que, al menos, te haya gustado el post. Con respecto al cine de Anderson, puedo comprender tu animadversión hacia él. ¿Te resultó también soso "Fantastic Mr. Fox"? Para mí, una de las más logradas adaptaciones del universode Roald Dahl. Saludos

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    2. No he visto la del zorrito.

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  2. No conozco la obra completa del director, pero del productor de esta película, Rudin sí. El film me pareció muy inteligente y entretenido, no esperaba mucho de la historia, pero me lo habían recomendado tanto que por dar gusto lo vi, y me encantó la historia y la fotografía.

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