lunes, 16 de enero de 2012

A Dangerous Method

Pues la última película de David Cronenberg comienza con un carruaje que se desplaza a toda leche por el paisaje suizo. Dentro de él se encuentra Keira Knightley enzarzada en una de las peores interpretaciones de su carrera. (Aunque lo cierto es que mi conocimiento sobre la carrera de esta actriz es limitadísimo para descerrajar tamaña hipérbole. La vi en The Hole haciendo de zorrón y me gustó; la vi en  The Edge of Love, y la verdad es que no; la vi en Expiation, y ni fu ni fa. Keira: ¿Me has visto en The Duchess?; yo: No; ella: Pues entonces cállate la boca.)

Es así como continúo escribiendo este post: en silencio. La Knightley interpreta a Sabina Spielrein, una joven perturbada que es recluída en la clínica del joven doctor Carl Jung (Michael Fassbender).  Este es el método que utiliza Keira para interpretar a una perturbada: separa mucho las mandíbulas, todo lo que puede, como si intentara abarcar con los labios todo el manubrio de Mandingo sin éxito, o con éxito pero atragantándose. También tartamudea. No puedo evitar sonrojarme viendo estos esfuerzos fallidos. Es como si viera a Orlando Bloom haciendo de Randle McMurphy en un remake de Alguien voló sobre el nido del cuco. Pero Keira no tiene pudor, y se atreve con todo. Guapa, todo lo que quieras. Buena actriz, eso no tanto. Todo lo contrario que Natalie Portman, actriz que comparte una belleza parecida a la de Keira, y que, sin embargo, asume sus roles con la reverencia y el pundonor de las artistas clásicas. Es esta actitud la que le da perspectiva y credibilidad a sus interpretaciones. Natalie hace de perturbada (por ejemplo, en Black Swan) y nos pone la carne de gallina, nos hace admirarla un poco más, en fin, le dan un Oscar. Keira hace de perturbada y la platea tose. Mi vecino de butaca y yo nos miramos:¿esta tía va en serio?  

Pero esta consternación dura solo los primeros minutos de la película. Porque A Dangerous Method no va tanto de la manifestación de la enfermedad como de los entresijos de la cura. Estamos a principios del siglo XX, concretamente en el año 1.904, y el doctor Carl Jung, para tratar los problemas mentales de Sabina S., ha decidido poner en práctica las revolucionarias teorías del doctor Freud. Para ello sólo necesita de dos sillas y de un bloc de notas, en el cual irá recogiendo todas las declaraciones que la paciente vaya vertiendo acerca de su pasado y de sus sueños. Sabina S. no tarda en dejarnos claro dos cosas: uno, que es una mujer inteligente y con grandes potenciales; dos, que el origen de su patología está íntimamente ligado al origen de su sexualidad, y que una victoria sobre la primera no viene sin una rendición a la segunda. David Cronenberg consigue fascinarnos con esa ambientación de psicoanálisis de principios de siglo, a la que sólo le bastan dos sillas, un puñado de tests asociativos, y la penumbra por todos lados para transportarnos con verosimilitud (interpretación de Keira aparte) a los rincones más oscuros del inconsciente. Con esas, Sabina S., la paciente, mejora bastante, con lo que la interpretación de Keira también mejora, es decir, se estabiliza.   Y en cuanto el personaje de Sabina deja de chirriar, la película gana aún más en propósito y en interés, es decir, en sexualidad palpitante. Este toma y daca entre paciente y doctor está perfectamente guiado por Fassbender, quizás uno de los actores que mejor uso hace de un ceño fruncido, y que aquí pone en pie a un doctor Jung joven, entusiasta y buen samaritano. A medida que la relación entre Jung y Sabina se va estrechando, el montaje de la película se hace más frenético. Pareciera como si Cronenberg tuviera prisa por llevar a su película, y llevarnos a nosotros con ella, hacia un punto culminante que se encuentra en otro lado, más allá de los muros del hospital mental donde trabaja el doctor Jung. 


Y este punto culminante se encuentra en Viena y llega de la mano de Viggo Mortensen, que se pone la barba una vez más para regalarnos otra de sus interpretaciones impecables. Esta vez, en el papel de Sigmun Freud. De todas sus colaboraciones con Cronenberg, esta es la más sutil, la que se dibuja con menos elementos, y la que quizás nos da más pistas sobre la evolución de su carrera como actor. Si en A History of Violence y Eastern Promises el trabajo de Mortensen venía caracterizado por una interpretación más física, en A Dangerous Method el actor no necesita levantarse de la silla para llenar con su presencia toda la pantalla. Se le ve más sosegado, más profundo, llenando el puesto que, en sus previas películas con Cronenberg, estuvo ocupado por William Hurt y Armin Mueller-Stahl, respectivamente. Es decir, Mortensen asume la figura arquetípica del Padre. El personaje que tiene más poder, el personaje que más sabe. El personaje al que hay que matar para que la película respire. En su primer encuentro, Freud y Jung hablan durante horas de psicoanálisis y de psicología analítica, de la vida profesional y la vida doméstica, de los sueños y del hecho de ser pioneros de una disciplina en el nuevo siglo XX. Y se palpa, entre los dos personajes, entre los dos actores, una química perfecta. No es una química sexual, por supuesto (aunque el sexo sobrevuele la conversación de manera persistente) , sino la de una complicidad instantánea, la de un placer en la compañía mutua que se transmite rápidamente a todo el público. Después de este primer encuentro, la vida de Jung se complica un poco. Por un lado, la presencia en el Hospital de un nuevo interno, el doctor Otto Gross (Vincent Cassel), le hará al doctor Jung cuestionarse el verdadero papel de las inhibiciones en la vida privada de las personas. Por otro lado, iniciará un romance con Sabina quien, tras haberse matriculado en la Facultad de Medicina, se ha convertido en una prometedora estudiante de Psiquiatría. La aparición de Cassel es breve, pero suculenta. Con el personaje de Gross el actor añade otra página a ese catálogo suyo de interpretaciones cargadas de testosterona. Y Cronenberg parece recupera ecos de su anterior filmografía.


El cine de Cronenberg nos tiene acostumbrado a más visceralidad, a más delectación en todo tipo de excesos. Patologías aparecidas en sus previas películas han sido más brutales que las que aparecen aquí; la mente de antiguos personajes es más perversa que la de estos personajes. En A Dangerous Method, el director nos propone un tratamiento más recatado. Este recato, por supuesto, es inherente al tema de la película y a la época en la que está situada, aunque se eche en falta cierto toque hardcore en algunas de sus escenas. El latente masoquismo de Sabine, por ejemplo, está tratado desde la perspectiva de una colegiala a la que le guste un buen par de azotes. La promiscuidad vital de Otto Gross se atisba más en las conversaciones que mantiene con el doctor Jung que en la minúscula escena, casi un inserto, en la que le magrea los pechos a una de las enfermeras del Hospital.   

El único frenesí circundante es el del ritmo de la película. A Dangerous Method parece ir avanzando con la velocidad característica del siglo XX. Y, total, para que todos los personajes acaben más solos. Jung dará por terminado su romance con Sabine con el mismo sigilo con el que lo empieza. Y matará al doctor Freud (aunque de una manera simbólica, claro) , porque el racionalismo científico de éste no deja lugar para sus ideas teológicas y chamánicas. El último sueño narrado por el doctor Jung es una premonición de la I Guerra Mundial. Después del sexo y de las patologías del sexo y de los análisis del sexo, ésto es lo que pasará: se matarán los unos a los otros (esta vez sin simbolismos) y, al final, acabarán todos muertos.   



2 comentarios:

  1. It has been several months since I saw this film but thinking back, despite having watched this movie with great anticipation, my overriding memory is one of disappointment.

    Firstly, had I been watching a David Cronenberg movie at all? I understand that Cronenberg has fielded such questions from the media with slight irritation, suggesting that he wouldn’t want all his films to look or feel the same. However in a film career that has consistently featured the dark recesses of the human mind, it would seem to me that with another film that investigates this subject, a Cronenberg-feel movie would never go amiss. Outside of some light flagellation to the prone Ms Knightly, I experienced no sense of the dark world that Cronenburg so skilfully represented in Crash or Dead Ringers. Whilst Ikea Knightly's genoflexing, reflecting the contortions that some mentally disturbed patients experience, was no doubt as a result of hours of research into the serious subject of mental depression, it seemed to me that close-ups had the effect of exaggerating Ms Knightly’s overacting. Perhaps this is unfair and only serves to demonstrate my prejudices of her performances.

    The idea of exploring the relationships between Freud, Jung and Spielrein and the birth of psycho-analysis is a fascinating one but for me it proved too ambitious to attempt in one movie. What resulted was a superficial exploration of both relationships, leaving the viewer with no feeling that Jung and Spielrein had been any more important to each other than a bit of extra-curricular activity or of Jung and Freud’s influence on each other.

    The excellent Michael Fassbender, outstanding in Shame as the sexually-addicted Brandon Sullivan, made a valiant attempt at a disappointing script and his scenes with Ikea only helped to expose the inadequacies in her performance. Whilst Viggo Mortensen, for me, still has some way to go before he can be described as the new De Niro...Well he has several Focker movies to make before he is even close.

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    1. I agree that Eastern promises is not precisely The Godfather. But Mortensen has proved to be an actor as versatile as De Niro, or so I think. Mortensen performances are not as electrifying as De Niro´s but then his characers usually transmit much more serenity on screen. I cannot picture dr Freud addressing his psychoanalysis patient with the words "You talkin´to me? You talkin' to me?".

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