miércoles, 20 de febrero de 2013

Zero Dark Thirty

Nos fuimos al cine y la única sala en la que daban la película que queríamos ver era la llamada "Director´s lounge", una pijada con bar propio, butacas aerodinámicas y confortabilísimas, y una entrada de precio exhorbitante en la que, además del derecho a entrar en la sala, venía incluído un vaso de vino, un cucurucho de patatas fritas y una cajita de chocolatinas obsequio de la casa. Nos sirvieron, entramos, nos acomodamos. Íbamos a ver la cacería de Osama Bin Laden en ficción, es decir, en diferido, y nos daban tapa, bebida y postre, como si estuviéramos en un avión en pleno vuelo transoceánico. Rumbo a América, pensé. No el país, sino el ideal. Saboreé el vino. No estaba nada mal. No pude evitar sentirme como Nerón o Calígula, haciendo tiempo antes de que empezara la función del circo romano con un vaso de caldo entre las manos. Sí, dentro de poco iba a presenciar torturas, muertes violentas, el espectáculo de la carne haciéndose trizas, y tenía un cartucho de patatas fritas sobre una bandeja abatible al alcance de la mano. That´s entertainment. Di otro sorbo a la copa. El sabor era inconfundible. Sabía a decadencia.

Zero Dark Thirty, la última película de Kathryn Bigelow, transcurre en una década ominosa, aquella que va desde el 11 de Septiembre del 2001 hasta el asesinato de Bin Laden en mayo del 2011. Ambas fechas aparecen en sendas escenas de la película, las cuales resaltan por el gran contraste cinematográfico con el que están rodadas. Si bien la escena del 11 de Septiembre dura apenas un minuto y se nos presenta con una discreta pantalla en pitch black sobre la cual se oyen las voces entrecortadas de las víctimas despidiéndose de sus familiares, la escena de la caída de Bin Laden, clímax de Zero Dark Thirty, está narrada al milímetro y sin elipsis, con visión nocturna y a sangre fría, de tal manera que el espectador tiene la vaga sensación de estar en los pantalones de Barak Obama, en las bragas de Hillary Clinton, y encontrarse frente a un monitor en la Casa Blanca, un 2 de Mayo de 2011, mientras contemplan cómo sus fuerzas especiales le van poniendo puntos suspensivos -con formas de agujeros de bala- a la Historia...


Entre medio de las dos fechas hay diez años, los cuales dan para muchos rollos de película. Pero la Bigelow y su guionista, Mark Boal, se concentran en una única línea argumental, la investigación llevada a cabo por Maya (Jessica Chastain), una agente de la CIA obsesionada con una sola cosa: atrapar a Bin Laden. Fuera quedan la guerra de Irak o de Afganistán, fuera el sempiterno conflicto palestino, fuera la primavera árabe. Entre el paréntesis de sangre que forman las dos efemérides antes mencionadas, ésto es lo que hay mayormente: 10 años de burocracia. En Zero Dark Thirty se pasan muchas horas en la oficina, rellenando instancias, solicitando favores, inspeccionando ficheros. Es una guerra sucia y sin cuartel. Para recabar datos, se acude a la tortura de prisioneros. Al compulsar una reclamación, uno se encuentra frente a frente con un coche bomba.

El relato que nos entrega Bigelow, sin embargo, es absorbente y de un ritmo acertadísimo. Pasando de puntillas por las reticencias que pueda tener un hipotético espectador, el cual está en su derecho de rechazar todo ese horror tan de telediario de sobremesa, Bigelow se ha concentrado en los hechos, en un puñado de hechos, y nos lo ha narrado con una maestría herodotiana. Queda aquí para la posteridad un nuevo álbum de la Historia contemporánea, mostrándonos su verdadero rostro: las trampas, las vendettas, las luchas de poderes, las infamias, los orgullos heridos, el eterno llanto de las madres. Personalmente, eché de menos más drama, más protagonismo de cada uno de sus personajes, ya que se podía haber aprovechado el potencial fresco humano de la película: los prisioneros de Guantánamo, los agentes del FBI, la Casa Blanca, los terroristas de Al Qaeda, los miembros de las Fuerzas Especiales, el mismísimo Bin Laden. La historia de su captura bien podía haber dado para una serie de televisión, algo así como un cruce entre Homeland y The Wire. Pero Zero Dark Thirty es la historia de Maya, la flecha que une un 11 de Septiembre con un 2 de Mayo 10 años más tarde, y, como tal, un típico personaje de la filmografía de Bigelow.



En Maya podemos ver semejanzas con la policía Turner de Blue Steel, al ser ambas mujeres que ostentan cierta autoridad en un mundo eminentemente masculino,  y con el sargento James de The Hurt Locker, por esa dependencia ("war is a drug") que la lleva a sacrificar cualquier iniciativa de vida familiar en aras de sus servicio al Estado. Aunque en el caso del sargento James llegábamos a vislumbrar su vida familiar, y cómo ésta lo aburría de la muerte, en Zero Dark Thirty la vida privada de Maya es algo que sospechamos inexistente. Llevando a las últimas consecuencias esa premisa tan de cine americano, según la cual un personaje es el trabajo al que se dedica, Kathryn Bigelow nos dibuja una Maya entregada en cuerpo y alma a su misión imposible. La voluntad obsesiva del personaje, el carácter frío, la pose autosuficiente la emparentan directamente con un Terminator, con la excepción de que Maya cuenta con las hermosas facciones de Jessica Chastain. Como es pelirroja, guapísima, y buena actriz, no pude evitar pensar en su actuación como la de una Julia Roberts con vis dramática, o la de una Julianne Moore metafísica. Quizás el rasgo más destacable de la Chastain sea la contención, esos momentos -hay un puñado de ellos en Zero Dark Thirty- en los que está callada y mirando, y uno apenas llega a entrever toda la turbulencia oculta en su interior. Pienso en la última escena de la película, que nos muestra a una Maya de vuelta a casa, una vez cumplida la misión que le ha costado 10 años de su vida. Esos ojos, ¿qué es lo que ven? Esas lágrimas, ¿por quién se está derramando? La agente Maya vuelve a casa después de todo ese tiempo e intuye, o quizás sabe ya, como el sargento James de The Hurt Locker, que ese lugar no existe.  ¡Ah, la vida con el enemigo es mejor que la vida sin éste! Y si no que se lo digan al protagonista de la siguiente noticia:

http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/11/actualidad/1360619425_938030.html
 


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